Acaeció allá por el año 1360. Por aquel entonces el rey de Castilla, Pedro I “el Cruel” y el rey de Aragón, Pedro IV andaban enzarzados en plena guerra.
El ejército castellano avanzaba por Aragón saqueando y arrasando todo cuanto encontraba a su paso. Llegado a Teruel tropezó con una ciudad totalmente amurallada y perfectamente defendida.
El asedio duró algún tiempo y muchas fueron las personas que perdieron la vida o vieron seriamente dañadas sus viviendas.
Con el paso de los días los turolenses comenzaron a sentir miedo, pero entre todos destacó uno, el juez de Teruel, el cual temiendo ser torturado e incluso pagar con la muerte, decidió establecer un pacto secreto con el enemigo: abrirle el portal de San Miguel. El día tres de mayo, el día de Santa Cruz, las tropas de Pedro I entraron en la ciudad por el “Portal de la Traición” y Teruel, sin remedio, tuvo que rendirse, quedando bajo dominio castellano.
El rey castellano quedó tan satisfecho con su conquista que decidió no tomar represalias contra los turolenses, incluso les permitió que siguieran con sus costumbres.
Antes de abandonar Teruel, el ejército castellano saqueó la ciudad y se llevó consigo los pendones y banderas que los turolenses habían conseguido en nobles batallas. Al enterarse el rey aragonés de la escasa resistencia, el saqueo y lo que los castellanos habían usurpado, se enfadó tanto con el pueblo de Teruel que le retiró los Fueros. Pasado un tiempo y ante las súplicas de los turolenses, Pedro IV decidió devolverles los fueros.
Quien no perdonó nunca al juez traidor fue Teruel, tampoco pudo aplicarle justicia por haber huido con el enemigo castellano. Pero consiguió que su nombre fuese condenado al olvido borrándolo de documentos y crónicas. Así pues nunca se sabrá quien fue el tal traidor que con su cobardía cambió el nombre a una de las puertas más famosas de Teruel.
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