Cuando allá en el
siglo XII
Alfonso llegó a
Teruel,
el cerro donde ahora
se alza
el Torico que
aquí ves:
eran yermos y
barrancos,
parámos sin un ciprés,
terrenos inhabitables
para un cristiano de a
pie.
La poca gente que
había
ya poblaba estas
laderas
cavando entre las
calizas
casas con forma de
cueva.
Pidió el rey una
comida,
también, casa
habitación,
jofaina para lavarse,
colchón de paja y
jergón.
Unas cosas tan
sencillas
propias de gente
villana,
por aquel gran
despoblado
todos buscaron con
saña.
No pudiendo
complacerle
ante el rey se
presentaron:
"Esta tierra es
de frontera
donde las gentes de
armas
pelean como leones
y duermen junto
alimañas".
Esto que su majestad,
ahora a nosotros
demanda
son lujos desconocidos
y a nuestra
mente no alcanza.
Dijo el rey muy
enojado
viendo la
despoblación:
Una Fonda en el Tozal
primero construiréis
si queréis que Fuero
os dé
y alcanzar algún
poder.
En el plazo de tres
meses
luego aquí he de
volver
y, si la Fonda está
hecha,
los Fueros yo
firmaré,
mas, si no la
hubiereis hecho
premiada será Villel.
De Tolosa traen
cristianos,
también, gente
castellana,
picapedreros
navarros
llegan con yunques y
mazas.
Construyen recias
paredes
amplios patios, largas
cuadras.
De cocina y comedores
déjanla bien
amueblada,
que tiene que ver
Alfonso
solar de nobleza y
fama
pues ha de firmar
aquí,
en esta preclara casa,
los Fueros que nos dan
fama
y que dan la libertad,
a quien su poder
alcanza.