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jueves, 19 de julio de 2012

LOS FUNCIONARIOS NO DEBEMOS SER LOS PAGANOS.-



Os remito artículo redactado por Ernesto Sierra Moralejo, funcionario del Grupo A. No 
sé si te verás reflejado en el, pero creo que difícilmente se puede expresar mejor la 
situación actual.



        “Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, 
cuando media España se lo llevaba caliente a casa, 
cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil 
euros, cuando hasta el último garrulo montaba una 
constructora y en connivencia con un par de concejales 
se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía 
levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los 
funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba 
de ellos. Eran los parias, los que hacían números para 
cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y 
llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de 
compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo 
de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos 
llegado.



         Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa 
del desmadre… es de los funcionarios. Los alcaldes, 
diputados y senadores que gobiernan la cosa pública a 
cambio de una buena morterada no son responsable de 
nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos 
demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco 
productivos. Los responsables bancarios que prestaron 
dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo 
tampoco se dan por aludidos. Todos los intermediarios
inmobiliarios, especuladores, amigos de alcalde y 
compañeros de partida de casino de diputado provincial 
no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría 
José Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. Siendo así que 
ellos? No. Por tanto, nosotros? Si.



        La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, 
es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda, 
administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse 
a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado 
cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como 
un vampiro, con menos vida social que una rata de 
laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para 
preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado 
siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra 
forma, de otros cinco arduos años de carrera. Del 
profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no 
aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines 
que hacen lo que les sale de los genitales porque sus 
progenitores han abdicado de sus responsabilidades. Del 
auxiliar administrativo del Estado natural de Écija y 
destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros 
paga un alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente 
que un taxista que gana 3000 le diga: joder, que suerte, 
funcionario.






         La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos 
nosotros los funcionarios seremos el chivo expiatorio de 
toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, 
políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento 
digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y 
economistas de a verlas venir que sabían perfectamente 
que el asunto tarde o temprano tenía que petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de mientras 
dure dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener 
un rostro a prueba de bomba, se pasan al otro lado del 
río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que ellos 
mismo ayudaron a estropear, sino que, además, han 
llegado a la conclusión de que los culpables son... 
tachan...los funcionarios.


       Soy funcionario. Y titulado superior. Funcionario de 
carrera por oposición ganada compitiendo en buena lid 
contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me 
avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi 
familia, maestros y profesores). No tengo que pedir 
perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo 
en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me 
nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor 
por agitar un carnet político que nunca he tenido.
Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos 
señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin 
concejal proclive, pariente político, mano protectora ni 
favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos, 
angustias y desvaríos y con la sola e inestimable 
compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos 
compañeros anónimos repartidos por toda España a los 
que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte 
de birli-birloque, en culpables de la crisis.
Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy 
tonta y muy hija de puta. 


PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha -
como es frecuente- vuestra condición de funcionario 
os propongo el refinado argumento que yo utilizo en estos 
casos, en memoria del gran Fernando Fernán Gómez:
 váyase Usted a la mierda, hombre, a la puta mierda.
SI eres funcionario pásalo a toda España.



Si no lo eres y no estás de acuerdo, 
¡váyase usted a la mierda!”