El Acueducto de los Arcos o Traída de las
Aguas es un acueducto de la ciudad de Teruel (España) y se trata
de una de las obras de ingeniería más relevantes del Renacimiento
español.
Su construcción obedeció a la necesidad de mejorar el
suministro de agua a la ciudad de Teruel, que hasta ese momento dependía de los
grandes aljibes construidos
en el último cuarto del siglo XIV en la actual Plaza Carlos Castel y
de varios pozos y aljibes más pequeños distribuidos por otros puntos del casco
urbano. Las obras de la Traída se iniciaron en 1537, captándose el agua de
la Peña del Macho, fuente situada a mitad de camino entre Teruel y Valdecebro;
pero pronto debieron abandonarse debido a su elevado coste económico.
En 1551 el Concejo de Teruel encargó el reinicio de
la construcción de la Traída de Aguas a Quinto Pierres Bedel arquitecto de origen francés que había
concluido con éxito el complicado recalce de la Torre mudéjar de San
Martín. Pese a las dificultades, las
obras fueron a un buen ritmo y en 1552 ya se había completado el tramo
existente entre la Peña del Macho y el Carrel. Para ello había sido necesario
tender una conducción de 4450 m realizada con unos 12 000 arcaduces de
cerámica; contaba con 140 arquetas y dos minas subterráneas (unos
190 m de longitud), cruzando dos barrancos mediante arquerías; en fechas
posteriores se agregaron dos nuevos arcos y una mina, a fin de mejorar el
trazado en tres puntos conflictivos.
Para salvar el barranco que delimitaba por el Noreste la
Ciudad, último gran obstáculo orográfico, Bedel diseñó Los Arcos, estructura
que da nombre a toda la Traída. Esta emblemática construcción es de clara
inspiración clásica y aúna magistralmente su carácter utilitario (acueducto y
viaducto) con el representativo. Consta de dos niveles, el superior de seis
arcos y el inferior de dos.
Una vez concluidos Los Arcos en 1554, el siguiente paso fue
solventar la complicada distribución del agua en una ciudad ya edificada y con
significativas irregularidades topográficas. Además de los puntos de suministro
necesarios para cubrir las demandas vecinales, fue preciso crear tres fuentes
suplementarias exigidas por D. Hernando de Aragón, arzobispo de
Zaragoza como contraprestación a la
prórroga del plazo de la contribución para la ejecución de la obra cobrada a
los clérigos turolenses.
En medio de una gran expectación popular, el agua llegó a la
Fuente de la Plaza Mayor en 1558. En los años siguientes se fue completando la
trama urbana de la Traída, hasta instalar un total de 14 puntos de agua,
alimentados por una conducción de casi 2500 m, realizada con unos 6500
arcaduces de cerámica y que integra una mina, siete grandes arcas (alguna de
considerables dimensiones) y otras 40 arcas subterráneas más pequeñas. Fuera
del casco histórico, las aguas de la Traída también llegaron al Arrabal, si
bien la información disponible sobre este ramal es sumamente escasa.
La Traída de Aguas integró igualmente un conjunto de
arbellones, en su mayor parte construidos durante la Baja Edad Media, a
través de los que se canalizaron las aguas sobrantes del sistema, vertiéndolas
directamente a barrancos o incorporándolas a los sistemas de riegos. Estos
grandes colectores, que también recibían las aguas pluviales, suman más de 900
m de galerías subterráneas.
La construcción de la Traída no estuvo exenta de problemas.
En 1566 fue necesario trasladar dos de la fuentes construidas en 1559, ya que
generaban humedades en las iglesias de San Martín y Santiago. Además, los
costes económicos de la construcción obligaron a imponer nuevas tasas
municipales que se mantuvieron al menos hasta 1585. En el año 1583 se realizó
una visita general al conjunto de la Traída de Aguas, realizándose una
pormenorizada descripción de la misma (salvo del tramo del Arrabal), generando
un documento esencial para el conocimiento de la conducción renacentista.
Con posterioridad a esa fecha la Traída fue objeto de
continuas labores de mantenimiento y de algunas reformas de entidad, entre las
que destacan las ya citadas construcciones de dos nuevos arcos, varias arcas de
grandes dimensiones y otra mina en el tramo rural; y de nuevas minas o galerías
subterráneas en el tramo urbano, destinadas estas últimas a facilitar la
sustitución de los arcaduces obstruidos o rotos. También se documenta
arqueológicamente la realización de pequeñas derivaciones o captaciones de la
trama urbana principal. Pero la reforma de mayor entidad de la que tenemos
constancia data de 1866, año en el que se sustituye el tendido de arcaduces por
una conducción de hierro en el tramo rural existente entre la Mina del Collado
y el «arca de piedra picada» sita al pie del actual depósito de agua. Esta obra
supuso un cambio parcial del trazado, lo que ha permitido que se conserven
algunos tramos de la conducción original de arcaduces en el entorno de este
último punto.