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martes, 18 de septiembre de 2012

EL CÓMIC ESCOLAR DE LOS AMANTES DE TERUEL




                                      
             
    " OCURRIÓ ESTE  INFAUSTO ACONTECIMIENTO EN 1217, SIENDO JUEZ DE TERUEL DON DOMINGO CELADAS"...


                
                         
           Cuenta la tradición que por aquel entonces vivían en Teruel los jóvenes Juan Diego Martinez de Marcilla e Isabel de Segura, descendientes de familias muy principales. La vecindad de ambas casas y el trato constante desde la infancia se convirtieron con el tiempo en un profundo amor mutuo; entonces Juan solicitó a D. Pedro Segura, padre de Isabel, la mano de su hija.


                   

          Este, aunque estimaba las nobleza y las dotes del pretendiente, rehusó aceptar excusando su escasez de fortuna por tener hermano mayor que heredaría a su padre, según el derecho foral aragonés, en tanto él podía dotar a su hija con generosidad. Informado Juan de esta dificultad, resolvió pedir a su amada un plazo para obtener la hacienda necesaria al deseo de su padre.
                 

                                                                            


Isabel le concedió cinco años y él partió a la guerra, donde combatió valerosamente en la batalla de “Las Navas de Tolosa” (1212) y “Muret”(1213).
               

          Durante su ausencia, D. Pedro intentó con ahinco que aceptara a otros pretendientes, pero Isabel, fiel a su promesa, no aceptó a ninguno. Llegado a su fin el plazo y como Diego de Marcilla no regresaba, Don Pedro apremió a su hija para que se casara, y ésta, viendo que el plazo de los cinco años había pasado sin saber nada de su amante, aceptó. Enseguida su padre concertó la boda con un señor de Albarracín, el señor de Azagra.


                         

   
       Entonces regresó Juan cargado de honores y riquezas, cuando Isabel pertenecía a otro señor ante Dios y los hombres.



                   
             
         El amante, desesperado, se reunió con su amante para despedirse de ella, rogándole, que en prenda de su imposible amor, le diese un beso con lo cual se daría por satisfecho.
Isabel, invocando su honor, lo negó y entonces, tras intentarlo de nuevo, Diego cayó muerto a sus pies.

                     

                            
        
Enterado el marido de cuanto acababa de ocurrir, decidió             
 llevar el cuerpo del amante a la puerta de su casa, donde al amanecer lo descubrió su padre, Don Martín de Marcilla, quien luego del natural sobresalto, transido de dolor, dispuso el entierro de su hijo en la Iglesia de S. Pedro.

                
            

                      


        Durante la celebración litúrgica, todos los asistentes vieron acercarse al cuerpo inanimado, a una dama encubierta que, llegando hasta él, descubrió su cara y le besó, quedando allí reclinada hasta que en el momento de iniciarse el entierro, fueron a apartarla y descubrieron que era Isabel de Segura, quien no obedecía a los ruegos de que se apartara porque estaba muerta. Ante el asombro de los presentes, y después de que el novel marido relatara lo acontecido, se decidió enterrar juntos a los dos amantes que desdichados habían sido en vida.