Había una vez un cuento cortito, de aspecto
chiquito, letras pequeñitas y pocas palabritas. Era
tan poca cosa que apenas nadie reparaba en él,
sintiéndose triste y olvidado. Llegó incluso a envidiar a los cuentos mayores,
esos que siempre que había una oportunidad eran elegidos primero.
Pero un día, un viejo y perezoso periodista encontró un huequito entre sus escritos, y buscando cómo llenarlo sólo encontró aquel cuentito. A regañadientes, lo incluyó entre sus palabras, y al día siguiente el cuentito se leyó en mil lugares. Era tan cortito, que siempre había tiempo para contarlo, y en sólo unos pocos días, el mundo entero conocía su historia.
Pero un día, un viejo y perezoso periodista encontró un huequito entre sus escritos, y buscando cómo llenarlo sólo encontró aquel cuentito. A regañadientes, lo incluyó entre sus palabras, y al día siguiente el cuentito se leyó en mil lugares. Era tan cortito, que siempre había tiempo para contarlo, y en sólo unos pocos días, el mundo entero conocía su historia.
Una sencilla historia que hablaba de que
da igual
ser grande o pequeño, gordo o
flaco, rápido o lento, porque precisamente
de
aquello que nos hace especiales surgirá
nuestra gran oportunidad.
VILLALBA
BAJA.-
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