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viernes, 13 de julio de 2012

CHISTES SOBRE LA CRISIS


 Si algo nos caracteriza a los españoles es el 

sentido del humor, por lo que aquí tenemos 

unos chistecillos para tomarnos con humor 

la crisis, aunque sea un poco amargo.



                                

Llega un inversor y le dice a un amigo:
  • Esta crisis es peor que un divorcio
  • ¿Por qué? -le pregunta el amigo
  • Porque ya he perdido el 50% de mis bienes y encima sigo casado con mi mujer.
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Va uno en el tren y se encuentra a un conocido banquero  en el tren y le dice: “veo que a pesar de la crisis todavía viajas en 1ª clase”; y le responde el banquero: “mis clientes van todos en 2ª clase y me los encontraría”
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- Papá, papá, ¿qué es la crisis? 
- La crisis es cuando te gustan el champán y las mujeres pero sólo te queda gaseosa y tu mujer.
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Cinco señales de que tu banco está pasándolo mal con la crisis:
  1. Cuando te acercas a hacer un ingreso, todo el personal del banco se abraza y lanzan gritos y aplausos.
  2. Todos los ingresos en efectivo que haces se los guardan directamente en el bolsillo.
  3. Cuando vas a sacar dinero, los empleados de las ventanillas sorprendentemente no entienden español.
  4. Tus extractos de cada mes llegan a casa escritos a mano y con dibujos.
  5. Su caja fuerte ahora es una caja de cartón envuelta en papel de aluminio.
Preguntan a un banquero si tiene problemas con el sueño en estos tiempos de crisis: “Ahora duermo como un bebé…me despierto cada hora para llorar”
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- “Oye, tú crees que está tan mal lo pedir un préstamo”
- “Hombre, yo la semana pasada dejé 10 euros a un amigo y ahora soy el cuarto mayor prestamista del país”
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Un consejo: en tiempos de crisis, tatúese un euro en el pene y disfrute de varias ventajas:
  • Disfrutará moviendo su dinero.
  • Verá crecer su inversión.
  • Sólo usted decide cómo proteger su inversión, y…
  • Sólo usted decide dónde meter su dinero.
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En una conferencia con el presidente del estado, un periodista le pregunta al presidente: Señor Presidente, ¿es verdad que nuestro país sufre crisis económica?
El señor Presidente dice: No, no, por mis investigaciones, tan sólo 6 personas sufren crisis económica" El periodista pregunta: ¿Cuáles? Muy sencillo, yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos...

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En un país golpeado por la corrupción de sus políticos, un turista encuentra un tumulto en la calle y pregunta:

-Disculpe, que ha pasado?
-Han secuestrado el Presidente
-¿Y ahora?

-Pues los secuestradores están pidiendo un rescate de tres millones de dólares, de lo contrario quemarán al presidente.

-Qué piensan hacer?
-Pues hemos iniciado una colecta nacional...

- Ya veo, y cuánto han reunido hasta ahora?
- 50 galones de keroseno, 30 de gasolina, 25 de petróleo...

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Dos borrachos van caminando cerca al Congreso Nacional y se acercan a la puerta principal. 
En eso se escucha que gritan desde adentro:
-¡Sinverguenza, perro, ladrón, traidor! 
Entonces un borrachito le dice al otro:

-Oye, escucha cómo se insultan ahí!
A lo que el otro contesta:
-No seas bruto, están pasando lista!

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Un político se pierde en el camino. Entonces un ladrón se le acerca con una pistola y le grita:
-¡Esto es un asalto, deme todo su dinero!

-¿Pero acaso no sabe con quien se está metiendo? ¡Soy un político muy importante!
-Ah...en ese caso, ¡devuélvame todo mi dinero!

jueves, 12 de julio de 2012

REFRANES EN TIEMPOS DE CRISIS.-





EL REFRANERO POPULAR ES SABI0, PERO LA CRISIS AGUZA EL INGENIO DE LAS PERSONAS Y LO ADAPTAN A LOS MALOS TIEMPOS QUE CORREN. Y ES QUE AL MAL TIEMPO, BUENA CARA. 



-Vota gaviotas y te sacarán los ojos.
-Cuando el río suena, es que los de la banda municipal están ensayando ahí, porque no tienen para pagarse un local.
-A caballo regalado, joder qué suerte tienes!
-¿Estudias o trabajas? No, no, vivo en España...
-Uno para todos y todos para Bankia ¡¡JAJAJA!!
-Nunca digas de este agua no beberé, este cura no es mi padre, ni este ERE no me afecta.
-Hasta el 40 de mayo no te sellan el paro.
-No por mucho madrugar vas a encontrar trabajo.
'-Nadie da 23.500 millones de euros a 4 pesetas.'
"-No por mucho rescatar se arregla el marrón más temprano".
-La familia que va al comedor social unida, permanece unida.
-A buen español pocos contratos bastan.
-Cuando el río suena, coge agua antes de que la privaticen.
-Recortes y amargura hasta el final de la legislatura.
-No es más rico el que más tiene, sino el que más roba.
-Mal de muchos consuelo de ministros.
-Matar dos elefantes de un tiro.
-En mi casa no comemos, pero nos reimos mas!
-Con Zapatero o con Rajoy, lo mismo te despiden hoy.
-Ojos que no ven, mala suerte; no hay subvención.
-Cuando el grajo vuela bajo Rajoy no nos da ni un poco de trabajo.
-Ningún politico honesto se hace rico en un momento.
-Mas vale tu dinero en mano que en una caja de ahorros...
-Cuando veas el salario del vecino recortar, el tuyo ya habrá sido recortado.
-A recorte puesto, derecho muerto.
-Más vale pájaro en mano, que te deje dinero un banco.
-Si no tienes para comer ,guisate a un político,no te quitará el hambre pero harás un favor a la sociedad.
-No por mucho estudiar consigues encontrar trabajo.
-La Esperanza (tb la Aguirre) es lo último que se pierde (hay que joderse).
-Me sobra mes al final del sueldo.
-Dime de lo que careces y te diré cuánto presumes.
-Por San Blas, esto hará crash.
-Al que a buen banco se arrima buen rescate le propinan".
-Cria banqueros y te robaran el sueldo.
-Arrieritos somos,y caminando vamos porque vendimos el coche.
-Mal de pobres, consuelo de paupérrimos.
-Del banco vendrán y de tu casa te echarán.
-Cuando veas las casas de tus vecinos embargar, pon tus bienes a liquidar.

martes, 10 de julio de 2012

RELATO: EL BARCO DE MADERA


UN RELATO COSTUMBRISTA.-


         La última imagen que tengo del tío Lamberto es la de un hombretón siempre vestido con chaqueta y pantalón de pana, con unas manazas curtidas por el rudo y continuo trabajo en el campo. Colocado de pie, cerca de la ventana del comedor con la tez arrugada y la expresión seria, la mirada perdida  sin exteriorizar los sentimientos en ningún momento.

         Cuando irrumpí en la estancia, unas lagrimillas se le escapaban de sus acuosos ojos y descendían por las arrugas de su cara, alcanzando el barco de madera que me había prometido y al que estaba dando los últimos retoques y ya tenía la vela para colocarla en el palo mayor.

         Pero, cómo llegué  a percibir esa últimas imagen de mi tío, qué ocurrió para que se sintiese tan triste y desdichado. Volvamos al principio para averiguarlo.

         Mi familia siempre ha estado ubicada en una población rural aragonesa denominada “Lagunilla del Monte”. Se ha dedicado durante generaciones al trabajo en el campo, al duro trabajo de destripar los terrones para conseguir el milagro veraniego del trigo. Ni es una familia pobre ni acaudalada. Siempre se ha defendido y ha tirado “pa¨lante con mucho trabajo y el máximo ahorro. Yo soy el menor e cuatro hermanos y en casa vivo con mis padres, hermanos y el tío Lamberto, un solterón hermano de mi madre que ha estado siempre con nosotros.

         El problema surgió con nuestros vecinos, los “Porretas”. Fue un malentendido con unas tierras colindantes. Según mi familia, los vecinos se habían apropiado de una franja de terreno nuestra en la partida denominada “ El barco de las Vela”. La versión de la otra familia distaba mucho de nuestra apreciación y argumentaban que únicamente habían recuperado una tierra que el tío “Cascales” les había arrebatado unos años antes, concretamente recién terminada la Guerra Civil. El tío “Cascales” era el apodo con que era conocido mi abuelo por parte de padre. Hombre serio y trabajador como pocos pero con pocos amigos por su adusto carácter.
                                           

         La disputa llegó a mayores y se convirtió en la comidilla de todos los habitantes del pueblo, ávidos de alguna noticia que llevarse  a los chismorreos de las tardes sentados a la fresca. Todos comenzaron a tomar partido, unos a favor de nuestra familia y otros tantos se postularon en pro de nuestros adversarios.

         Ante la imposibilidad de un arreglo amistoso, la causa fue llevada por las partes al Juez de Paz de la localidad, quien dictó un auto de obligado cumplimento por ambas partes y que ambas partes obviaron nada más conocerlo.

         El escándalo salpicó a todos y en el caso de la chiquillería se estableció un bloque formado por chavales cuyos padres apoyaban a los Gimeno y otro compuesto por los que abogaban por nuestra causa. Por tanto la bola de nieve fue creciendo y los insultos y peleas por las calles eran debidos a un bando u otro entre los pocos indecisos que quedaban. Las burlas e insultos del principio  se trasformaron e n un odio visceral entre los dos bandos. Los recreos llegaron a ser auténticos campos de batalla, testigos de una pelea continua que se acentuaba a pasos agigantados y que nadie sabía o no podía detener.

         El único que podía interceder en el conflicto era el anciano maestro D. Marcelo. Era un hombre serio y prudente que se había ganado el respeto  y la admiración de todos. Durante la jornada escolar intentó en repetidas  ocasiones hablar con los cabecillas de ambos bandos, nos habló a todos de las consecuencias derivadas de la mala convivencia, nos puso ejemplos de todo tipo  sobre los desastres de la incomprensión... Pero no consiguió nada. El odio que destilaban nuestras miradas y nuestras acciones superaban con creces al respeto y admiración que sentíamos por el maestro.

         Ante la terquedad de todos los niños a causa de la rivalidad inciada por los mayores, el maestro citó una noche a los 2 cabezas de familia y sus hijos. Allí el maestro intentando crear un clima de aparente sosiego, nos dio una disertación acerca del respeto, la educación, el diálogo y el perdón, así como de las bondades de una sana convivencia entre todos los vecinos del pueblo. Cuando llegó el turno de palabra, cada una de las partes intentó defender su postura de un modo más o menos educado, sin perder las formas ante la autoridad del maestro, pero no por ello claudicando de sus ideas iniciales  y los argumentos esgrimidos eran siempre mantenidos por los interlocutores. Mientras los niños éramos unos meros espectadores que no entendíamos en demasía las palabras que allí se pronunciaban pero si que se quedaban en lo más profundo de nuestros cerebros. Únicamente nos mirábamos los unos a los otros de reojo y cuando nuestras miradas coincidían, unas espadas invisibles surcaban el aire y chocaban, lanzando destellos de odio en todas direcciones.

         Concluyó la reunión con buenas palabras del maestro y unos acuerdos verbales apoyados por todas las partes, pero en el aire planeaba un halo de venganza cada vez más fuerte.

         Nos fuimos cada familia por un camino diferente para evitar roces de última hora. Nosotros dimos un rodeo por algunas callejuelas haciendo tiempo para que la otra familia se refugiase en casa. Pero la otra familia debió pensar lo mismo y llegamos a nuestras  cercanas casas al mismo tiempo. Como era casi de esperar comenzó una discusión que pronto subió de tono y fue atrayendo a más y más vecinos, lo que incrementó el ruido. Las palabras pronto llegaron a ser insultos y los insultos se transformaron en violencia física. Se comenzó por empujones, sillazos, pedradas y se  terminó con las ropas de unos hechas jirones, las caras y cuerpos de otros magulladas... en fin toda una batalla campal.

         Pero todo se paralizó cuando oímos  tocar las campanas “arrebato”, es decir; unos toques rápidos y desacompasados que avisan a la población de un peligro. Era el Sr. Cura que, cansado de gritar a los contendientes, de invocar la paz en nombre del Señor, tuvo la idea de tocar las campanas. Se fue a la Iglesia y, ayudado por el alguacil, comenzó a bandear las campañas al unísono. Sólo dejó de tocar cuando vio que todos calmaron sus ánimos y dejaron de golpearse. Cada uno regresó a su casa, avergonzados unos, incrédulos otros y, los más, con ojos de ira contenida.

          La situación era insostenible, el problema había alcanzado unas cotas imposibles de contener, la convivencia  entre los vecinos era imposible y algo muy fuerte debía ocurrir para alcanzar una solución.

         Esta solución no se hizo esperar. Cierto día, se hallaba mi tío Lamberto en el campo recogiendo unas gavillas de paja precisamente en la finca de la discordia con mi padre y mis dos hermanos mayores, cuando fueron abordados por seis hombres de la familia enemiga. Al acercarse empezaron a insultarles y se produjo una corta pelea que fue ampliamente ganada por nuestros enemigos debido a superarnos en número. La paliza que recibieron los mayores sobre todo, fue brutal y el que salió peor parado fue mi estimado tío Lamberto que sufrió varios golpes en la “boca del estómago”.

         Vencidos y doloridos  regresaron  como pudieron a casa e, inmediatamente, tuvieron que avisar al médico debido a un empeoramiento del estado de salud de mi tío. Tras una primera exploración fue remitido al hospital de la capital de la provincia. Allí paso cuatro meses ingresado, debatiéndose entre la vida y la muerte al principio, puesto que llevaba varias fracturas en las costillas, un pulmón encharcado y el corazón a punto de colapsarse. Pero sus ansias de vivir pudieron más que los golpes y salió a flote, aunque con unas taras que lo privaron para siempre de volver a ser el más duro trabajador del pueblo. Únicamente podía dar algún paseo por los alrededores de la casa y, cuando su respiración se lo permitía, contarnos alguna historia de su juventud. Se volvió osco y gruñón, su carácter se agrió y sólo yo, como chico más pequeño y su ferviente admirador, conseguía sonsacarle alguna sonrisa que otra.

                                         
         El pueblo quedó avergonzado de su actuación y se refugió en la rutina diaria, con un profundo dolor en cada uno de los corazones de todos los habitantes, del que no se podían liberar por ese falso orgullo que impide a las personas  pedir perdón y reconciliarse con sus congéneres.

         Una grisácea tarde de final del otoño, salí de la escuela y tras tirar la cartera en un rincón, fui en busca  de mi tío. Lo encontré con su chaqueta de pana y esas lagrimillas discurriendo por su rugosa piel. -Mira chaval, (me espetó sin dejarme decir nada) te voy a contar una historia y te voy a encargar un trabajo antes de irme. Yo me senté en una silla perplejo por aquellas inesperadas palabras tan altisonantes. Él alargó su mano, me ofreció el barco y dijo: -Ya tengo tu barco terminado, tómalo. Sin darme tiempo a exclamar unas palabras de sincero agradecimiento por tamaño regalo, me contó la historia completa del desencuentro con la otra familia.. Al concluir con un fuerte “ Tu ya sabes el  resto”, me espetó:- Mira chaval el encargo que tienes es que, te cueste lo que te cueste, debes recuperar nuestra tierra.,pero nunca debes hacerlo  de forma violenta. Usa la cabeza. Tras culminar estas palabras mi tío se fue, se fue para siempre.

         Han pasado muchos años y todos vivimos fuera del pueblo y sólo regresamos a él algunos días durante el verano. La vida ha seguido allí de manera rutinaria y los pocos viejos que quedan, te recuerdan aquella historia como la madre de todas las batallas, si te identificas como el nieto del “tío Cascales”.

         El año pasado coincidí en la puesta de mi casa con “Lorencico” el hijo mediano de la familia rival. Tras un saludo de rigor y una charla convencional, hablamos del tema de las tierras, pero simplemente como un comentario sin relevancia, sin darle ninguna pista de mis intenciones.

         Durante mi estancia en Lagunilla me enteré  de  nuestros rivales pretendían vender sus tierras. Era la ocasión para cumplir el encargo de mi tío. Como nunca me venderían las tierras a mí, tuve que idear un plan para conseguir vencer su resistencia. En vez de figurar yo como comprador, establecí una Sociedad Anónina y nombré como responsable a un abogado amigo mío, especialista en todo tipo de transacciones inmobiliarias.
         Su gestión comenzó con varias visitas al pueblo, haciendo correr la voz de que una empresa estaba interesada en adquirir terrenos laborables para probar nuevas semillas fitosanitarias, que proporcionarían unas plantas de trigo y cebada más resistentes a las plagas y la sequía.

         Mi representante compro algunas propiedades y realizó algunas pruebas de labor con un par de agricultores locales. Este trabajo llevó a los  habitantes a creerse sinceramente que aquel trabajo iba en serio y fue la propia familia rival nuestra la que ofreció a mi representante sus tierras, convencidos de que al vendérselas a él no caerían en nuestras manos.  Entablaron  la negociación y tras muchos “tira y afloja” convinieron un precio que contentó a las partes. Tras mi aprobación, se llevó a cabo la compra-venta de toda la hacienda.

         Ahora mismo me encuentro en mi casa, un poco cabizbajo, pero con la satisfacción de la tarea realizada. Miro el barco de madera que talló para mi el tío Lamberto y le digo: “Tío, descansa en paz”, he realizado tu encargo, mientras paso la mano por la talla y me aparecen  unas lagrimillas de preocupación.





                                                                     Antonio Rubio