El ecologismo de fin de semana ha llenado nuestros pueblos de urbanitas
deseosos de una vuelta a la naturaleza, pero únicamente de dos días.
Hoy
en día se nos llena la boca al hablar de las salidas al campo, los paseos
y caminatas por la naturaleza, de una vuelta a las zonas rurales... para
desconectar. Por si fuera poco, la pandemia de la Covid-19 ha
aumentado el interés por las casas de los pueblos,de las casonas
individuales y aisladas con terreno a su alrededor.
Pero este interés por la vuelta a las
zonas rurales deshabitadas no me parece un reconocimiento al campo como
alternativa a la vida de la ciudad, sino, más bien, un paréntesis en la vida
urbanita y tecnológica.
Por lo que el campo no es hoy en día
una alternativa real a la ciudad, es, en todo caso, un pequeño complemento para
las vacaciones y los puentes o los fines de semana.
Los llamados ecologistas de fin de
semana, esas personas que alardean de apreciar el canto de los pájaros, de
contemplar a los ciervos y los gamos, que dicen luchar por la conservación de
todas las especies animales y vegetales del entorno, pero que son incapaces de
entender la vida de los agricultores y ganaderos autóctonos, quienes son los
primeros ecologistas. Son los que cuidan del campo, de los montes y pastos
evitando en todo momento la desertización y los incendios forestales, los que
regulan sus actividades, de modo ordenado, para proteger el ciclo anual de la
vida.
Estos supuestos ecologistas, que parece que
han descubierto la naturaleza y la muestran al mundo con inopinado orgullo,
esos que van al campo el sábado y regresan a la ciudad el domingo por la tarde,
pretender tener a su disposición el campo para uso y disfrute propio, sin
pensar que los habitantes de las zonas rurales son los únicos que mantienen esa
hermosa visión del campo.
Esos denominados ecologistas de fin de
semana no conocen, ni por asomo, la vida rural, no tienen ni idea de lo que
supone el trabajo en el campo, de los sinsabores que produce la extracción de
los cereales, las frutas y las verduras de las entrañas de la tierra o la
obtención de la carne, la leche o la miel, para que luego esos invasores de
“FINDE” lo disfruten tan ricamente en sus casas de la ciudad.
Por último, quiero destacar que, cuando
llegar el sábado y se meten entre pecho y espalda esos ricos asados que piensen
en el montón de abnegadas personas que están trabajando en la sombra y que para
permitir esas bacanales, cuidan y protegen el medio.
En definitiva, quiero lanzar un alegato en
favor de la gente del campo, de todos los que luchan por el medio rural y un
dardo picantón para esos que se dien llamar ecologistas y que, únicamente, son
unos gorrones del medio ambiente, sin conocer siquiera los primeros rudimentos
de la vida natural.