Los robos, la falta de servicios y la emigración son los efectos visibles
de la crisis de nuestros pueblos pequeños. El desarrollo lo grado en los últimos
años a base de esfuerzo, se frena.
El
florecimiento de los pueblos pequeños al que hemos asistido en los últimos 15
años, fruto de una época de bonanza en la que volvió a tener valor la
tranquilidad y el encanto del medio rural, se desvanece a toda prisa. La crisis
económica, que aviva como un fuelle la hoguera de los delitos contra la
propiedad y el patrimonio, está acabando con la bucólica imagen del municipio
alejado del mundanal ruido en el que se puede vivir feliz con su trabajo y
criar a su familia casi en plena
naturaleza.
Los datos son de pánico. En nueve
meses, dos hombres perpetraron 17 robos en tres localidades turolenses. En
Teruel capital una señora se topó con un ladrón que pretendía robar su casa. Estos
robos se suman a otros muchos delitos cometidos, resultado de las penurias económicas
de mucha gente y del progresivo abandono del medio rural.
La desaparición de
servicios básicos responde también a la crisis económica y que, a su vez,
realimenta la emigración. Cuando los medios son escasos, estos siempre van a
parar allá donde hay más gente y más votos en juego.
La economía del mudo rural de nuestra
provincia se va desvaneciendo por la dejadez de las autoridades con el sector
primario. La agricultura y la ganadería de mueren por falta de apoyo, falta de
reconocimiento y de voluntar por defender lo nuestro.
Es una pena, porque
la realidad es otra. Hay gente que prefiere el bullicio y la aglomeración y
otros que eligen la calma, que no la incomunicación, ya que las nuevas tecnologías
borran cada vez más las distancias geográficas. Pero parece que la recesión, va
a dibujar un mapa nuevo de población proponiendo la desaparición de pequeños
entes locales que son el devenir de muchos siglos.
Solo nos cave esperar que el devenir pendular de la historia devuelva pronto a los
pueblos su protagonismo, para que existan todas las opciones de vida.