«Castigar con silencio es más peligroso que con
palabras. Y se hereda de padres a hijos»
«Las palabras son poderosísimas.
Pueden llegar a determinar el rumbo de nuestro pensamiento, nuestra actitud
ante la vida e incluso, nuestra salud y longevidad». El uso de determinadas
palabras (o la ausencia de estas) en el día a día puede suponer la diferencia
entre el éxito y la derrota en cualquier ámbito. «El lenguaje nos permite
gestionar nuestra propia inteligencia». «Si nos parece normal
dedicar todos los días un tiempo a cuidar nuestro cuerpo, a asearnos, vigilar
nuestra dieta o hacer algo de ejercicio, ¿por qué no dedicar también a cuidar
cada una de nuestras palabras?
—La mayoría de nuestros deseos están centrados en
mejorar nuestras circunstancias, pero estamos lejos de plantearnos mejorar
nuestro lenguaje: así somos, así hablamos.
—El lenguaje refleja nuestra existencia, nuestra
historia, nuestras esperanzas. El lenguaje es un espejo de
cómo somos. Cuando somos conscientes de nuestras palabras nos damos
cuenta de que no vemos el mundo tal y como es, sino tal y
como hablamos—¿Cómo
podemos cambiar el uso de las palabras?
—Habitando las palabras. Hablar es habitar el
mundo. Deberíamos hacernos cargo de nuestros vocablos, de su destino. Un
buen ejercicio es intentar identificar las palabras que queremos que adquieran
importancia en nuestra vida, aquellas que queremos «habitar
—¿Por qué es tan importante buscar ese lenguaje
positivo?
El lenguaje positivo busca evolutivamente dirigir
nuestra atención y nuestra voluntad hacia el aspecto favorable de las cosas y
de la vida.
Tomar conciencia de nuestro lenguaje es
fundamental para escribir nuestro destino. Es más, las palabras
influyen en nuestra posibilidad de supervivencia, ya que la expresión de
emociones positivas hace que nos fijemos, que prestemos atención, a aquellos
estímulos físicos y mentales que cada vez son más relevantes para llevar una
vida duradera, plena y con el mayor grado de felicidad posible. generará otro
tipo de respuestas. Este es el poder de las palabras.
—También en el sentido negativo. La pareja, los
padres, o los hijos son los que suelen soportar los efectos devastadores del
lenguaje de la ira—Esto es así. El
enfado desmesurado se propaga con mayor facilidad en los entornos íntimos. Se
trata de una cuestión de confianza, y hacemos uso de ello. Las mayores muestras de enojo las solemos cometer en casa, ese
terreno que sabemos seguro y donde no hay que fingir
—Sabemos entonces que descuidamos los entornos más
queridos pero, ¿qué podemos hacer para evitarlo?
—Hay dos momentos
clave para nuestro entrenamiento. Uno tiene que ver con «cómo llegamos a casa»,
y el segundo, con reconstruir o reparar lo que inconscientemente, hemos dañado.
—¿Qué puedes hacer en lo relativo a «cómo llegas a
casa»?
—Es importante realizar un pequeño acto, una señal de
respeto, frente a la puerta de entrada, que puede consistir en respirar
antes de girar completamente la llave
—Pero, ¿cómo reparamos los daños una vez se han hecho
estragos?
—En este caso es
importante cuidar nuestro diálogo interior y no culpabilizarnos en exceso.
Solemos tratarnos duramente cuando perdermos los papeles, lo pasamos mal
precisamente por haber hecho que lo pasan mal los demás, renegamos más de la
cuenta y alargamos innecesariamente la reflexión sobre las causas de nuestro
comportamiento.
—Igual que las palabras curan, el silencio es asesino
y que se hereda de padres a hijos.
—En efecto. Castigar con el silencio es más peligroso
que con palabras. El silencio es asesino, y se hereda de padres
a hijos. Es un pozo sin fondo porque cuando se intenta salir ya
no hay marcha atrás, se trata de un camino sin retorno cierto
—¿Qué hacer con esta variable tan temida de la ira?
. Con el tacto surge... la palabra. Una
cosa lleva a la otra. A los alumnos les privamos de vista, los dejamos sentados
en soledad y se callan. Entonces, les damos la mano de un compañero, da igual
de quién sea, y empieza la conversación. Siempre obtenemos el mismo resultado.
Sin duda, el tacto es la antesala del lenguaje verbal.
1.
Incrementemos las palabras que tienen que ver con el sentimiento positivo y hagamos visibles esas
palabras de algún modo; una forma creativa consiste en hacer de la cocina un
«fortín» de positividad.
2.
Sorprendamos con algún «detallito», música, algo rico para compartir y, por supuesto, un
post-it con algún mensaje especial que se desliza en una cartera, un bolso o un
estuche escolar.
3.
Rebajemos el verbo «ser»
utilicemos mejor el verbo «estar», «parecer» o «comportarse», de forma que un
«eres tonto» quede en un «estás tonto».
4.
Hagamos asambleas divertidas centrándonos en las fortalezas de cada uno,
juguemos a decirnos cómo nos vemos desde lo positivo, precisamente, para
construir posteriormente aquello que tenemos que mejorar. Podemos expresarlo
mediante palabras, dibujos, cuentos, etc.
5.
Cuando preguntemos «¿cómo estás?», procuremos sentarnos, apagar la tele y callar, no
sólo exterior, sino interiormente, anulemos los prejuicios, detengamos los
argumentos o las interpretaciones que suelen ocupar nuestra mente y busquemos
la calma interior.
8.
Elaboremos un calendario emocional para expresar nuestros sentimientos, hagámoslo
físicamente con cuadros grandes para que cualquiera pueda poner en la casilla
correspondiente palabras a lo que les ocurre por dentro, propiciando el
conocimiento emocional compartido.
9.
Incrementemos la cantidad de «síes» y rebajemos la de los «noes», fijémonos más en lo que tienen y
no tanto en lo que les falta, anotemos logros, méritos, agradecimientos y saldremos
realmente favorecidos.
10.
Demos más importancia a la voz humana... La tradición oral, escuchar algo de alguien,
algo que nos importa de alguien que, incluso, no conocemos.De todas las
historias, las que más captan nuestra atención son las que hablan de nosotros
mismos, las que hablan de lo cotidiano, de lo que les sucedió hace ya tiempo a nuestros
mayores.
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