jueves, 25 de abril de 2013

LEYENDA DE SAN JORGE Y EL DRAGÓN.-



            Cuenta la leyenda que llegó  a oídos de Jorge que en un pequeño reinado de una comarca lejana de Libia, en la ciudad de Silca, había una bestia fabulosa que amedrentaba a la población.

             Salio él hacia ese lugar. La bestia era un inmenso dragón que habitaba en la orilla de un lago cerca de la ciudad. Este dragón no solo se devoraba a sus presas sino que su aliento era mortal. A fin de calmarlo y mantenerlo a cierta distancia, se le entregaba periódicamente una yunta de animales. Así corrían los días, los meses, hasta que un día se acabaron todos los animales de la región, no había ningún animal que entregar en sacrificio. En ese momento un campesino recordó que la princesa, la hija del rey, cuidaba de un pequeño

corderito que había quedado huérfano, entonces la población decidió ir a pedirle el corderito a la princesa. Ésta, con todo su dolor y desconsuelo comenzó a llorar y se negó a entregarlo.

             El rey ordenó inmediatamente enviar a sacrificio a aquel corderito, para mantener tranquila a la bestia. Así fue, el cordero fue dejado como hacían con todos los demás animales a las afueras de la ciudad, a las orillas del lago. En el momento en que el dragón fue en busca de su presa, se encontró con el pequeño cordero, al cual rechazó, matándolo de un solo zarpazo. Lo dejó tirado en el lugar y se retiró. La princesa se enteró de lo sucedido y le pidió a su padre, el rey, que le hiciera hacer un cinturón con la piel del cordero.

            A los  pocos días de aquel episodio, en el pueblo se escuchó un fuerte estruendo, acompañado de bravos bramidos. El viento se volvió fuerte de golpe, todo parecía que era una gran tormenta, pero el cielo estaba claro y el sol brillaba desde lo alto, sin nubes. Era el dragón que se había enfurecido y clamaba por una cuota mayor de alimento. Aterrada la gente y el rey, convino que era hora de entregarle al dragón carne humana, pero esta debería ser de muchachas menores de 15 años. La población, de acuerdo con el rey, creyó que era el único camino que había para calmar a la bestia que se había enfurecido como nunca. Así hicieron, decidieron que fueran aquellas jóvenes que se encontraran enfermas, pensaron que el dragón al comer a las muchachas enfermas, este también  enfermaría, y así moriría.

            Pero esto no ocurrió, ni enfermo, ni murió, entonces decidieron que fuesen las jóvenes raquíticas, hasta que llego el día en que la ofrenda eran jóvenes en buen estado de salud hasta que no no quedó  ni una sola muchacha. La única que quedaba era la princesa, la hija del rey.

            La gente se presentó en el palacio y le dijo al rey que tenia que entregar a la princesa, este se negó. la gente le decía que como el dragón no callaba y se presentaba amenazadoramente quizás lo que quería era carne real. y puesto que el mismo rey había escrito el edicto para las muchachas menores de 15 años, justo era que entregase  a la princesa que aun no los había cumplido. 


            La princesa desde el lugar donde estaba, había escuchado toda la deliberación de su padre y los representantes del pueblo, entonces salió y dijo que era justo lo que el pueblo exigía de su padre, pues había jurado morir por su pueblo si así hiciera falta. Oído esto, el rey pidió al pueblo que le dieran 8 días para poder despedirse de su querida hija. Así fue, pero el octavo día llego, y el pueblo fue en busca de la princesa para que esta fuera dada en sacrificio al dragón que estaba más enfurecido que nunca, por el largo tiempo sin alimentos. 

             El rey lloraba desconsoladamente al ver que la partida de su hija era inminente, y la princesa vistiendo sus mejores galas se presentó para ser llevada en sacrificio al dragón, llevaba puesta su corona, el cinturón con la piel de su pequeño cordero, caminaba firme y decidida en medio de la aclamación del pueblo, y del llanto de su padre. Al llegar a las afueras de la ciudad, a la vera del lago la dejaron sola, todos se retiraron, en ese momento la princesa se arrodilló y dirigió su mirada a lo alto del cielo. 

            Era la hora en que el sol comenzaba a ocultarse, el cielo reverdecía como fuego, el viento helado soplaba en dirección al pueblo. A lo lejos se divisó una polvareda, muchos pensaron que era a causa del viento que había comenzado a soplar de manera más intensa. En medio de la polvareda se comenzó a dibujar la figura de un soldado a caballo, que se abalanzó hacia donde estaba la princesa. Ella al no entender de que se trataba, se quedó paralizada. El caballero se dirigió hacia el dragón y se trenzaron en una brava lucha.

            El dragón se retorcía tratando de enredarse en las patas del caballo para hacerlo caer y dejar indefenso al caballero. Al no conseguir tirar al caballo, el dragón se levantó, se irguió y fijo su mirada en los ojos del caballero, era así como hipnotizaba a sus victimas, para luego darles muerte. Pero San Jorge pudo más que el, y tomando más fuerza tomó su lanza y la hincó levemente en la cabeza del dragón. Entonces le gritó a la princesa que le pasara el cinturón que ella llevaba puesto. Ésta le pasó  una punta del cinturón y San Jorge enroscó la cabeza del dragón con el cinturón de la princesa.  En ese momento San Jorge le dijo a la princesa que no tuviera miedo, porque el dragón se había vuelto manso como un cordero. 


          Así fue que volvieron juntos al pueblo San Jorge y la princesa, llevando al dragón como si fuera un cordero por lo manso, arrastrándose tras de ellos. La multitud de 20.000 habitantes estaba presente, todos lo aclamaban, al ver aniquilado a la causa de sus desventuras y penurias. Al llegar frente al rey, el caballero Jorge le cortó  la cabeza al dragón y se la ofreció al rey.

            Al ver esto, luego de haber escuchado los relatos de San Jorge, cuando les contaba que el no era ningún brujo, sino que obraba en nombre del único y verdadero Dios, la gente se maravillaba y quedaba asombrada de la vida de Jesús, que el santo les relataba. Es así que todo el pueblo, incluso su rey quisieron ser bautizados en el nombre de Jesús, Dios y el Espíritu Santo. 
cuenta la leyenda que el rey le ofreció en matrimonio como agradecimiento a la princesa y que con ella se casó.