martes, 17 de marzo de 2020

El origen de las supersticiones más extendidas en España.-





¿Por qué somos supersticiosos? Es algo innegable, se trata de creencias irracionales con las que tratamos de repeler la mala suerte o atraer a la buena. Pese a que en el fondo sabemos que no tienen lógica, no podemos evitarlo, y en parte es porque en algún momento ha funcionado. En otras palabras, según la psicología observamos la realidad y la procesamos de manera prejuiciosa, estos actos (tocar madera, santiguarse) tienen una funcionalidad, para nosotros, curativa.

1. Un espejo roto
Y siete años de mala suerte. Ya sea por la creencia en un mal fario o un castigo de los dioses, seguro que alguna vez te has enfrentado a este terrible temor. Lo cierto es que esta idea surgió en Venecia, a finales del siglo XVI. Por aquel entonces se pusieron de moda los espejos realizados con vidrio a los que se les ponía una lámina de plata en la parte posterior haciendo que así, las personas delante pudieran reflejarse. (Antes se realizaban con vasijas con agua o estaban hechos de metal). 



¿Qué pasaba con estos nuevos espejos? Efectivamente, que eran carísimos. Por ello los ricos venecianos advertían a sus sirvientes que tuvieran mucho cuidado con el objeto en cuestión, pues si este se rompía, podía significar que durante varios años tendrían que trabajar sin percibir ningún salario. No te preocupes mucho si se te cae un espejo, por tanto, pues no tendrá el valor económico de los antiguos venecianos, aunque, eso sí, cuidado con no cortarte.

2. Un gato negro
Aunque los gatos llevan a nuestro lado desde tiempos inmemoriales (para los antiguos egipcios eran considerados divinidades), siempre ha habido un cierto temor a aquellos de pelaje negro. Al fin y al cabo, según las viejas historias, las brujas siempre volaban en su escoba con uno. Y la superstición proviene justamente de ahí, pues comenzó en la Europa de la Edad Media.

 Por aquel entonces muchos gatos callejeros eran alimentados por las ancianas, y quizá por ello, cuando comenzó la caza de brujas, cayeron en desgracia junto a las mujeres. Se les relacionó con el diablo y también se pensaba que las mencionadas brujas se convertían en ellos por la noche. Es por ello que ha llegado hasta nuestros días que cuando te cruzas con uno por la calle te van a suceder todo tipo de desgracias.


 3. Los paraguas


Abrir un paraguas en un sitio cerrado no es la idea más recomendable, sobre todo si tienes cerca a algún supersticioso. Los primeros paraguas fueron hechos en el antiguo Egipto, con papiro y plumas de pavo real, y se diseñaban a semejanza de la diosa Nut. La sombra de un paraguas era, por tanto, sagrada y estrictamente reservada para la nobleza egipcia: cualquier otra persona que osara entrar en ese espacio estaba cometiendo un sacrilegio. Abrir un paraguas en el interior de un hogar se consideraba en contra del propósito natural y, en consecuencia, un insulto al Dios del Sol (Ra).

4. Una escalera
Quizá sea la superstición con una historia más curiosa: según muchos historiadores, está relacionado con las religiones monoteístas, especialmente con el cristianismo. La importancia del número tres es vital en esta religión, debido a la Trinidad formada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando una escalera se apoya contra una pared forma un triángulo y pasar por debajo se asemejaría a romperlo.

5. La sal
Hay varias teorías para la sal derramada sobre la mesa y la mala suerte que eso conlleva. La sal era anteriormente un símbolo de amistad y se presentaba en las comidas para indicar la fuerza perdurable de los lazos entre las personas. Por ello muchos consideran ominoso derramarla". Puede ser posible, pues un proverbio alemán antiguo asegura que "el que derrama sal despierta enemistad". De la misma manera, otras personas lo atribuyen a la importancia económica que tenía (de ahí la palabra salario, que viene del latín salarium).
Otra teoría apunta a que Judas Iscariote derramó la sal en la última cena, y de hecho, en el cuadro de Leonardo Da Vinci titulado de esa manera se puede observar cómo un bote con sal se encuentra vertido sobre la mesa.


En definitiva, creo que todos sois un poco supersticiosos, que creéis en pequeñas acciones buenas o malas  para conseguir vuestros objetivos, pero la realidad es otra, Yo, por si acaso, cruzo los dedos.