JOAQUIN CARBONELL CANTA A TERUEL
martes, 8 de octubre de 2019
viernes, 6 de septiembre de 2019
El despropósito de tener 17 sistemas educativos.-
Porque no se trata solo de la sobreabundancia de legislación autonómica, que resta coherencia y homogeneidad a los currículos de los alumnos, fomentando la desigualdad entre ellos en función del lugar donde cursen sus estudios. Los editores de libros educativos denuncian que en los últimos tres años los parlamentos autonómicos han producido 450 textos normativos diferentes, entre leyes, decretos, órdenes y resoluciones en relación a los contenidos curriculares, que se traducen en la elaboración de 17 versiones distintas de un mismo libro para atender a las particularidades territoriales -algunas de ellas idiomáticas- y para incluir o eliminar capítulos enteros de una misma materia.
Se trata también, y quizá esto sea lo más preocupante, de las presiones verbales -ya que no se atreven a ponerlo por escrito- y de los chantajes, para modificar y manipular contenidos educativos por absurdas razones partidistas, como eliminar en los libros de la Comunidad Valenciana el nombre de Fernando Lázaro Carreter porque sostenía que el valenciano era un dialecto del catalán, no hablar en los de Cataluña de los Reyes Católicos o suprimir en los textos de Canarias la referencia a los ríos, por carecer las islas de ellos. Desde el ministerio de Educación, sin embargo, se lavan las manos y se desentienden de tales atropellos al sentido común y a unas prácticas aberrantes que suponen un desprecio por la Educación y un injustificado aumento de los costes editoriales que por regla general asumen las familias.
Sea cual sea la próxima composición del Gobierno, es del todo imprescindible que, de acuerdo con la comunidad educativa y los partidos de ámbito nacional se llegue a un consenso para reconsiderar el actual sistema educativo y firmar un amplio y duradero acuerdo que comprometa a todos con una educación de calidad y que garantice, a la vez, una educación solvente que sea además una herramienta eficaz y competitiva para los trabajadores.
jueves, 25 de julio de 2019
lunes, 15 de julio de 2019
domingo, 16 de junio de 2019
EL GUIÑOTE: ALGO MAS QUE UN JUEGO DE MESA.-
EL GUIÑOTE NO ES UN SIMPLE JUEGO DE CARTAS. ES UNA FORMA DE RELACIÓN ENTRE LAS PERSONAS, UN MÉTODO PARA MANTENER LA MENTE ABIERTA Y OCUPADA, INCLUSO ES UN ESTIMULO Y UN ALICIENTE PARA SALIR DE CASA EN NUESTROS PUEBLOS.
El guiñote es un juego de cartas o naipes muy similar altute y emparentado con otros como la bresca, el arrastrado o el subastao . El guiñote está muy extendido en Aragón , Navarra y en las provincias de Soria, La Rioja, Cuenca, Guadalajara, Castellón y sur de Tarragona.
En Aragón es considerado poco menos que el juego tradicional, celebrándose campeonatos anuales de guiñote en la mayoría de sus pueblos. No es un juego hecho para ganar dinero, es demasiado lento como para permitir apuestas; como mucho, la pareja perdedora se encarga de pagar el café o la consumición que se hace en el bar o el casino.
De hecho, es un juego tradicional que suelen enseñar los padres a sus hijos, habiendo incluso campeonatos de guiñote infantiles en las fiestas de los pueblos. En la mayoría de las localidades es el entretenimiento más popular en las frías tardes de invierno.
viernes, 14 de junio de 2019
ENCUENTRO DE EXALUMNOS DE LAS VIÑAS PROMOCIÓN 1971-1979.
FUIMOS LA PRIMERA PROMOCIÓN DE LA EGB Y, POR TANTO, DEL BUP Y EL COU.
El sábado 25 de mayo tuvo lugar un reencuentro de antiguos alumnos del Colegio Las Viñas después de 40 años que dejaron el centro y que muchos no habían vuelto a verse desde entonces.
Fue una jornada muy emotiva probando a reconocer a los antiguos compañeros de clase y recordando momentos y anécdotas que vivieron juntos durante casi una década. Todos coincidieron en una visión positiva sobre su paso por este centro educativo y cómo se han visto marcados por la educación recibida a lo largo de sus vidas.
Visitaron el colegio y sus instalaciones evocando los tiempos del internado y las clases. Seguidamente se ofició la Santa Misa “in memoriam” por los compañeros y profesores fallecidos.
Después se disfrutó de una comida en un conocido restaurante de la capital en la que se continuó compartiendo recuerdos y emociones de niñez y juventud. Al final del evento se entregó una placa conmemorativa al centro en agradecimiento por su labor y un bonito recuerdo para los asistentes. No hubo despedida sino un hasta pronto con intención de celebrar los 50 años del comienzo de estudios en el colegio.
jueves, 23 de mayo de 2019
Visiedo: acuíferos, integración y tradiciones vivas
El pueblo se sostiene por el sector
primario, pero ha sabido levantar sus valores patrimoniales y su bar atrae
comensales de pueblos cercanos; solamente faltan más opciones laborales.
Ha sido
solamente una legislatura, pero María Ángeles Zaera deja esta semana la
alcaldía de Visiedo con
la satisfacción de haber alcanzado buena parte de las metas que se marcó hace
cuatro años. "Ganas le he puesto, eso os lo aseguro. Y
no soy de aquí, vengo de Orrios, a 20 kilómetros, pero llevo aquí 30 años;
bueno, para ser exactos, haré 30 años el próximo septiembre. Aunque salga de la
alcaldía, seguiré ayudando en lo que pueda, y me llevo unas cuantas alegrías;
mi prioridad era no cerrar la escuela, y pude traer una familia para
mantenerla. También cambié las aguas; había averías continuas. Mejoramos las
piscinas, que apenas habían abierto 15 días el año anterior a llegar yo, y el
bar ha estado activo, da un buen servicio y atrae a gente de los alrededores.
A
través de un taller de empleo se adecentaron las zonas verdes hace dos años,
especialmente la laguna a las afueras y la balsa dentro del pueblo. También me
enorgullece cómo ha quedado la cruz cubierta a la entrada, gracias al apoyo del
gobierno autonómico; es un humilladero desde el que se hacían tradicionalmente
rogativas por el campo y que sigue siendo muy visitada. También tenemos el
peirón de los mozos, y hemos mantenido el museo del dance, que es un
orgullo".
María Ángeles
no oculta una preocupación que Visiedo comparte con muchos pueblos de toda la
región; la falta de alicientes laborales. "Aunque se han
abierto nuevas opciones cerca, es muy complicado traer gente sin ofrecerles una
oportunidad laboral; lo que fastidia es que este problema no es cosa de ahora,
cuando tantas personas hablan de la España vacía, sino de hace tiempo; no se
hacen planes para prevenir una enfermedad cuando ya estás en la UVI. Aunque tenemos patrimonio y alicientes naturales, somos pobres en
Visiedo".
El
municipio sigue sosteniéndose por la agricultura de secano, y hay ganadería
ovina y porcina. "Aunque por desgracia es habitual
que los jóvenes que salen a estudiar se busquen la vida, los hay que deciden
quedarse, como mi hijo, que salió a estudiar y ha preferido quedarse para
trabajar en el campo, y está contento con su decisión", explica la
alcaldesa.
En el tema
patrimonial, Visiedo cuenta con la iglesia de San Pedro Apóstol,
reconstruida en 1954 en mampostería y ladrillo. En la guerra civil fue usada
como polvorín y estalló. En ella se conserva como reliquia un brazo del padre
Selleras. Además de la ermita de la Virgen del Carmen,
en el pueblo se tiene mucha devoción por los peirones de la Virgen del
Pilar, de Santa María y de San Cristóbal. El más llamativo es el Peirón de los Mozos.
Integración:
nuevos pobladores
El padre
Emmanuel vive en Visiedo y atiende la parroquia. Es camerunés y lleva nueve
meses en España. "Estoy aprendiendo el idioma todavía,
pero me voy defendiendo; les pido disculpas por no dominarlo mucho aún",
explica con una sonrisa en un castellano más que aceptable. Se hace cargo igualmente
de Camañas, Lidón y Argente. "Estoy
feliz, aprendo cosas día a día, charlando con los vecinos; en la calle, en la
iglesia o en el bar, todos los sitios son buenos para atender a mis feligreses:
somos pocos, pero estamos bien aquí".
Además de un
pequeño supermercado bien surtido, que resuelve las compras de descuido, el
otro negocio que hay en Visiedo es el bar y restaurante. Allá está desde hace
algo más de un año John Steven Dorado, un joven procedente de Cali (Colombia),
a la que califica como la capital mundial de la salsa. "Hasta ahora ha sido una gran experiencia estar en Visiedo,
un sitio tranquilo en el que se vive a gusto; aquí hay gente buena que han
entendido que vinimos a trabajar con ganas. También llevamos la
piscina en verano. Estamos mi padrastro, mi madre, mi hermana, mi cuñado, mi
sobrino y yo. Querría echar raíces aquí; ojalá vaya viniendo más gente, para
que el pueblo no se pierda, porque somos poca gente joven".
Steven
explica que los vecinos y sus familiares les piden
delicias gastronómicas colombianas. "Ocurre en vacaciones,
sobre todo. Tenemos comida típica de la zona, pero cuando nos lo solicitan
preparamos especialidades colombianas como bandeja paisa, arepa ‘con todo’,
frijolitos a la colombiana, tostadas de plátano con carne y ‘ahogado’ que es
una salsa sofrita de tomate y cebolla larga… de todo".
El Museo del
Dance, testimonio de un gran rescate
El Museo del Dance de Visiedo es la gran joya local. El esfuerzo de Joaquín Talabante fue decisivo para recuperar esta
tradición después de haber sido danzante y rabadán antes de la desaparición del
dance (de origen medieval) en los años 50; también hay que reconocer el
trabajo Ángel Gonzalvo. El dance es en honor de San Abdón y San Senén, los santos de
la piedra; la tarea se inició en 1981, y el dance pasó a ser mixto,
antes era solamente masculino. Desde 1985 hay un uniforme
establecido: calzón de tela negra hasta las rodillas, medias blancas bordadas,
zapatillas de cintas similares a las de los joteros, faja roja, camisa blanca
con cintas multicolores… el dance tiene al diablo, que es vencido por el ángel;
Belcebú, no obstante, quema una cola de petardos antes de rendirse para
recordar su poder. Originalmente había 16 danzantes: ahora son 8, más los personajes clásicos, con
uno muy especial: el abanderado.
En Visiedo
también hay que destacar los restos de un castillo del siglo
XIV, construido durante la guerra de los dos Pedros; tiene torres en
distintos grados de conservación, pero destaca una muy bien conservada, de
cuatro cuerpos, con saeteras. En cuanto a las asociaciones locales, además de
la del Museo y la de mujeres (Virgen del Carmen) hay que
resaltar el papel de la comisión de fiestas;
organiza la semana cultural en verano, las fiestas en San Antón y las
patronales por San Pedro; el 29 de junio hay misa, chocolatada y
cena, pero las fiestas mayores se llevan a agosto.
En datos
Comarca: Comunidad de Teruel.
Población: 125
Distancia
a Teruel: 51 km
Los
imprescindibles
Las
parameras
El Campo de Visiedo abarca varios
municipios, aunque tiene su centro en el término de Visiedo, y está considerado
como el conjunto de parameras más extenso de Aragón. Se incluye en la Red
Natura 2000 como zona ZEPA.
Alejandro
Tiana
Madrileño con raíces en Visiedo, entre
2004 y 2008 fue Secretario General de Educación del Ministerio de Educación y
Ciencia. Vicerrector de la UNED, ha sido Premio Nacional a la Investigación
e Innovación Educativas.
Virgen
del Carmen
Ermita construida en el siglo XVIII en
mampostería, con una nave de tres tramos. Se cubre con bóveda de arista el
tramo central; el tramo de la cabecera está cubierto con bóveda de gajos y hay
techumbre plana a los pies.
miércoles, 10 de abril de 2019
RELATO BREVE: SOLEDAD SOBREVENIDA.-
SOLEDAD SOBREVENIDA.-
Caminando como siempre, sin rumbo fijo ni iniciativa concreta, Isidro pasea por la Plaza del Torico. Es una mañana fresquita pero atractiva y muy luminosa, ideal para el paseo por el Centro de Teruel, puesto que el sol está haciendo acto de presencia y, el mes de abril, que ya casi asoma, hace las horas un poco más llevaderas.
Isidro intentaba buscar un banco “al solecico”, pero se trataba de una ardua tarea y con una competencia brutal. Todos los mayores buscan lo mismo: desgranar las horas mañaneras lo más distraídamente posible y hacer algo de “ganica” de comer, y para ello tienen que comportarse como gallos de pelea en el corral, o sea, ir eliminando contrincantes hasta alcanzar el objetivo de sentarse en un banco desde donde controlar todos los movimientos que se producen en la plaza y poder llevarse al grupo de amigos del guiñote o del cinquillo algún chismorreo con que obsequiarlos.
Nuestro amigo llevaba su atuendo habitual, un abrigo marrón con botones negros, sus pantalones de pana que escondían un corpachón de ochenta y tantos años. Un montón de arrugas forjadas por la edad y el esfuerzo diario en el campo, inundaban su tez morena. Su mirada era ambivalente, entre ruda y lastimera, fruto de una larga existencia, a la que se unía su hablar cadencioso, lento y reflexivo, un tanto altanero, aunque sin llegar a ser “ex cátedra”.
Pero hoy la rutina se rompió por un encuentro que no sé si calificarlo de afortunado o, por el contrario, se trataba de un fiasco. Mientras nuestro protagonista buscaba un lugar donde descansar sus desgastados huesos por las inmediaciones de la Plaza de las Monjas, se topó con otra persona tan mayor como él, al que pidió perdón de manera inmediata por el golpe que le había propinado de forma involuntaria.
El interfecto, (Que se llamaba Blas, era un hombrecillo de la Sierra, curtido en mil batallas y con las cicatrices propias de su dura existencia al aire libre. Siempre con su espalda entornada y su garrote dibujando en el cielo volutas de una imaginaria nube azul que parecía pretender invocar a su cohorte de hijos y nietos y, sobre todo, a su mujer que era el apoyo continuo de su vida); admitió amablemente las disculpas y comenzaron una conversación que les transportó a sus años mozos, vividos en la Guerra de África, cuando se vieron envueltos por ésta, haciendo el Servicio Militar ambos en un batallón de Infantería del Cuerpo de Regulares.
Los dos, en animada charla, contaron sus aventuras y batallitas, pasado un rato muy agradable. Comentaron las desgracias de la guerra, el insoportable calor del desierto y el helador frío de la noche, así como los silbidos de las balas y los muchos compañeros que se quedaron por el camino. Para concluir
con una operación de asalto que ambos vivieron en carne y hueso. Los dos contaron, sin olvidar ningún detalle, el cerco que tuvo que mantener su batallón durante varios días al cerro Tara Mara en el Peñón de Alhucemas. Donde cayeron más de quinientos fusileros durante el asalto, algunos de los cuales eran de su misma Compañía. Al final se consiguió vencer al enemigo gracias a una estratagema ideada por el Coronel y que consistió en simular durante la madrugada una retirada progresiva de las tropas, pero que, en realidad era un rearme y una nueva distribución del batallón para atacar por el flanco norte y el suroeste de forma conjunta y, de este modo, dejar al ejército contrario sin posibilidad de reacción.
Eran las doce y media y pensaron tomar un “vermú” en el bar de la esquina. Entraron y, tras ocupar una de las escasas mesas vacías del local y pedir un refrigerio, siguieron charlando, pero la conversación derivó hacia temas personales y familiares.
Después de tomar un buen trago del vaso que les sirvió el camarero y que acompañó con un guiño de complicidad, fue Isidro el primero en romper el hielo y le contó a su contertulio, que tras la campaña de África se licenció del Ejército y volvió a su pueblo. Allí entró en nupcias con una buena mujer, Rosita, con la que convivió muchos años y que le dio tres hijos. Su trabajo en el campo y el ganado de ovejas, el cual fue consiguiendo a través de los años, le permitieron sacar adelante a su familia. Incluso pudo “dar estudios” a dos de ellos. En concreto, el mayor salió a la capital a estudiar aconsejado por el maestro de la localidad. Se licenció en medicina y pronto comenzó a trabajar como traumatólogo en un gran hospital. El segundo no era bueno para los estudios y emigró a Zaragoza donde comenzó a trabajar en la hostelería y hoy en día regenta una cafetería con la que vive holgadamente. La hija pequeña era muy estudiosa y en Teruel obtuvo la diplomatura en Magisterio, yéndose a las primeras de cambio hacia el “reino” y allí sigue, con su marido y sus tres hijos.
Al hablar de Rosita, su mujer, que no se arrugaba ante nada, contó con detalle la enfermedad que sufrió a lo largo de tres años y que le llevó a la tumba demasiado pronto.
Mientras recordaba las bondades de su mujer, su entereza, su rigor, su abnegación... una lagrimilla resbalaba por la comisura de sus labios y una sensación de desasosiego le invadió en todo su ser. Se encontraba inquieto, desorientado y con ganas de meter la cabeza bajo la tierra.
Su compañero pronto advirtió su estado emocional y, colocándole una mano sobre el hombro, le dedicó unas palabras de consuelo y ánimo, esperando que recuperara con prontitud la normalidad. Vano intento. Isidro no reaccionaba, seguía ensimismado y sin prestar atención alguna a las cariñosas palabras de su colega.
Tras un interminable espacio de tiempo, durante el cual Isidro siguió lloriqueando y mirando al suelo, levantó la vista, miró el “vermü” y le dio un buen tiento. Se incorporó, no sin titubeos, se dirigió a la barra para pagar las
consumiciones, se despidió de su amigo con un mínimo ronroneo, salió del establecimiento y se dirigió a su casa para sufrir sus penas en solitario.
Su amigo Blas respetó su estado y se despidió, intentando quedar cualquier otro día y hablar de cosas menos sensibles.
Isidro encaró la Plaza de la Catedral y, cabizbajo, cruzo la “Marquesa” hasta llegar a su domicilio en la calle Rubio. Pero esta vez no se fijó, como otras tantas veces, en la lucidez de la Torre Mudéjar de la Catedral, con sus estrellas y cerámica verde, sus ladrillos rojos y las arcadas de las ventanas que invitan a la reflexión. Tampoco se percató de la reja de la entrada principal de la Catedral, obra cumbre de la forja modernista y que tantas veces había contemplado de forma minuciosa durante horas y horas; y que oculta en su interior el artesonado, una techumbre culmen del arte mudéjar y que nos desvela la vida del Teruel medieval.
Una vez en su casa, los pensamientos sobre su familia y su actual estado seguían reconcomiendo su mente, no podía quitarse de la cabeza el hecho de estar solo, de no tener a nadie, de no poder contar con nadie. Él nunca se había sentido así, es cierto que su mujer había fallecido, que sus hijos estaban fuera y tenían sus propias vidas. Limitándose a visitarlo de cuando en vez a lo largo de su periodo vacacional. Isidro nunca se había sentido tan solo. No había calibrado la soledad en la que estaba inmerso.
Le atormentaba la idea de que, al abandonar su vida en el pueblo, allí había dejado todo su legado, toda su existencia incluidos los vecinos y amigos, puesto que, en los pueblos, para bien o para mal, todos participaban de la vida de los demás, teniendo los mismos intereses, trabajos y aficiones: aquellas charlas en la puerta de las casas al anochecer de todas las tardes de verano, las interminables caminatas hasta la poza del “Tio Julián”, los guiñotes en el bar y tiempo atrás, en plena juventud, alguna partidica a la Morra después de terminar el baile de los domingos...
Tenía la sensación de que, en un momento, había perdido todo lo mencionado y que, aquí en Teruel su existencia consistía en empezar de cero; a pesar de que había comprado el piso tiempo atrás, junto con su mujer para pasar sus últimos años en compañía en la capital de la provincia. Sentía que no dominaba ni controlaba la situación como cuando gobernaba con manos de hierro las caballerías arando en la partida de “Los Majanos” o trillando en la era en pleno mes de agosto.
Si, era cierto, los sentimientos no se pueden dominar igual que los machos. No hace falta fuerza física sino una voluntad de hierro; una fuerza mental a prueba de bombas, una forma de concebir la vida que le queda por delante más positiva; ver el vaso de la existencia medio lleno; o como se dice en el pueblo: ¡Tirar p’alante!
Sin embargo, Isidro no estaba por la labor, durante un tiempo anduvo meditando, pensando en su existencia y evitando, en todo lo posible, salir de casa y cruzarse con sus conocidos y compañeros de banco. Era la Soledad.
Una soleada y hermosa mañana de principios de verano y en plena efervescencia de los preparativos de las peñas para celebrar “La Vaquilla” bajó Isidro de su casa para comprar el pan y volver rápidamente a su cobijo. Al llegar al local del despacho de pan cerca de la plaza San Juan, le cedió el paso a otro señor sin mirarle a la cara. Este señor resultó ser Blas, quien advirtió de manera inmediata su estado de ánimo, y le cogió por un brazo para desviar su camino y llevarlo a un bar cercano para charlar un “ratico”.
A regañadientes aceptó nuestro protagonista y ambos se sentaron tras un “chato” en un café recién restaurado. Allí Blas le consoló y le contó su historia familiar. La cual no difería en demasía de la de Isidro. Se trataba de un hombre de campo, con hijos que marcharon a la ciudad en busca de horizontes más halagüeños y una cercana viudedad que le había llevado a la vida en solitario, a convivir consigo mismo en un lugar al que se tuvo que habituar a una edad tardía, abandonando su medio físico de vida y tener que trasladarse a una ciudad nueva, saliendo la de zona de confort del pueblo, y comenzar una nueva existencia.
Concluyó su perorata diciéndoles a su escuchante: Esto es la Soledad, una soledad que nos pilla a contrapié, que nos sorprende, que nos acecha cuando menos lo esperamos y, sobre todo, cuando más indefensos estamos. Una soledad que nos golpea muy muy fuerte, donde más nos duele. Percute en los sentimientos, en las relaciones con los nuestros, haciéndonos huir de nuestro hogar y nuestro medio y, obligándonos a vivir una existencia nueva sin fuerzas y sin arrestos suficientes para soportarla.
Isidro se quedó perplejo, dándose cuenta que el problema que le consumía su existencia no era únicamente suyo, que había otras personas en su misma desdichada situación. Miró a su interlocutor para corroborar sus palabras, pero su garganta no pudo emitir ninguna palabra, solo pudo balbucear una especie de quejido que sonó como un sordo rebuzno cómico que provocó la risa entre los dos contertulios.
En ese momento Isidro repitió la palabra que su amigo le había enseñado; Sí, es la soledad, la soledad sobrevenida, una circunstancia que nos provoca estar solos por la ausencia de las personas queridas, por la falta de servicios en los pequeños núcleos de población y que provoca en las personas mayores una soledad involuntaria que les sobrepasa y que únicamente se puede vencer con un esfuerzo titánico para conseguir establecer una red de amigos con los que compartir el día a día y tratando de contactar, lo más a menudo posible, con los hijos y los nietos.
Isidro y Blas salieron abrazados del bar y el primero le susurró con voz grave a su amigo: Aquí en el Centro de Teruel lo vamos a conseguir, venceremos, igual que hicimos en la campaña africana, a la soledad sobrevenida.
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