Rillo es una población que dista 49 kms de Teruel,
situado entre las Sierras de Lidón y Costera a 1269 metros de altitud. Tiene a
Son del Puerto como aldea de Rillo y cuenta con una población de 104 habitantes,
pertenece a la mancomunidad del Altiplano, dentro de la comarca Comunidad de
Teruel. Rillo se encuentra situado a 7 km del municipio de Pancrudo y a 3 km
del municipio de Fuentes Calientes.
Se accede a
estas instalaciones de las minas por la pista que arranca en el kilómetro 10 de
la carretera A-1510, en dirección a Pancrudo, desde Rillo.
Las minas
de carbón de Rillo cuentan con una larga y dilatada historia. Sus primeras
explotaciones se establecieron a comienzos del siglo XX, siendo vecinos de esta
pequeña localidad turolense sus primeros propietarios. En 1914 se hará cargo de
las mismas la recién creada sociedad “Minas de Carbón de Rillo”, cuyo principal
punto de extracción fue la mina San Joaquín. Contó esta mina con un plano
inclinado de 60 metros de profundidad, que las constantes inundaciones y la
mala administración de la empresa conducirían a su cierre sobre 1925.
Fue precisamente en este pozo dónde ocurrió un grave
accidente en el año 1919, que causó siete víctimas mortales. Entre los heridos
graves se encontraba el ingeniero Federico Mayböll, director de la explotación,
quien resultó afectado durante la visita de inspección, nada más ocurrir la
tragedia. Según la crónica de los hechos, publicada en Revista Minera, no
ocurrieron más desgracias “gracias a la energía del segundo vigilante, que revólver
en mano impidió que entraran otros valientes obreros para ver de auxiliar a sus
compañeros”. El causante de tal suceso no fue otro que el óxido de carbono.
Otra compañía, la Sociedad Minero-Turolense emprendió en
aquella misma época ciertos trabajos de importancia, que fueron abandonados al
poco tiempo y por las mismas causas. Tras un periodo de inactividad, retomaría
los trabajos de extracción Victoriano Pascual, en una concesión de 16
hectáreas. Las constantes dificultades planteadas por las abundantes aguas
subterráneas, unidas a la escasa capacidad económica de su propietario para
hacer frente a tales problemas, llevaban al cierre de los minados al poco
tiempo de su laboreo, para emprender otros nuevos, con el consiguiente riesgo
que tales operaciones conllevaban. Pascual sería el único explotador de aquel
grupo en 1936, quien lógicamente vio interrumpidos sus trabajos durante la
Guerra Civil.
Una vez finalizada la contienda, ya en 1940, la empresa
valenciana de aguas potables Omnium Ibérico se hizo cargo de algunas de las
antiguas labores, titulándolas Mina La Compañía y Mina Amparo.
Explotó cuatro capas e instaló para ello un castillete de madera sobre un pozo
vertical de 250 metros de profundidad y 3´50 metros de diámetro, en el que se
realizaron dos niveles, el primero a 83 metros y el segundo a 123, alcanzando
las capas mediante transversales de 67 y 80 metros respectivamente. También se
perforó un pocillo de ventilación de dos metros de diámetro que alcanzó el
nivel 83, a seis metros de la capa primera en dicho nivel. El desagüe,
principal problema de aquellas minas, se efectuaba mediante dos bombas
centrífugas de 20 HP cada una, instaladas en una sala del nivel 121. El avance
de galerías se hacia mediante martillos perforadores, y el arranque del carbón
con martillos picadores neumáticos. Para el servicio del pozo se emplearon dos
jaulas accionadas por motores eléctricos, cuya energía provenía de la Central
Eléctrica propia, de 300 HP, cuyas calderas eran alimentadas con menudos,
existiendo además un grupo de reserva de gas pobre de 60 HP, para asegurar el
desagüe.
Todas estas instalaciones mineras se vieron completadas con
un poblado dotado de viviendas para obreros, iglesia, escuela, talleres de
carpintería y mecánica, oficinas, etc. Se contaba también con economato,
botiquín y brigada de salvamento.
El carbón se transportaba mediante camiones propios,
cargados a mano en un principio y mediante tolvas algo más tarde, hasta la
estación de ferrocarril de Teruel, y por aquella fecha se pensaba en levantar
una central térmica de 15.000 kilowatios en el término municipal de Villalba
Alta, junto al río Alfambra, estando prevista la instalación de tres calderas
de 5.000 kilowatios cada una y una central de transformación de 6.600 voltios a
66.000 o 132.000 voltios. Se pretendía llevar el combustible hasta la central
mediante un cable aéreo de 10 kilómetros con capacidad para transportar 24
toneladas de carbón diarias. Sin embargo, el grupo minero cerraría en 1949 sin
que ninguno de estos proyectos llegara a realizarse.
Las otras minas, pertenecientes a Ramón Buj (mina Victoriano y Amalia
2ª) serían vendidas en 1958 a Gregorio Lancis, así como también las de Aurelio
Buj (Coto Minero de Rillo), quien las unificaría en un solo coto minero,
explotándolas hasta 1963, fecha en la que pasaron a ser propiedad de Minas e
Industrias de Aliaga, filial de Eléctricas Reunidas de Zaragoza, para
finalmente ser transferidas a esta última hasta su cierre definitivo, acaecido
en 1974. Los intereses de esta empresa estaban centrados desde 1968 en el Coto
San Rafael, muy próximo a estas viejas minas y que luego pasarían a pertenecer
a SAMCA hasta que fueron cerradas en 1982, acabando así toda la actividad
minera en Rillo.